MIÉRCOLES DE CENIZA, EMPEZAMOS EL CAMINO



Comenzamos hoy el tiempo de la Cuaresma, ese largo camino hacia la Pascua.

Somos un pueblo en el que, cada uno sale de su propio Egipto, atravesando el duro y largo desierto de su propia conversión, comino de una nueva tierra, de una nueva libertad, y que nosotros llamamos Pascua de Resurrección.

La palabra “conversión” resonará durante todo este tiempo vigoroso, comenzando con el rito austero de la imposición de la ceniza que forma parte de la celebración litúrgica para hoy, cuando al imponérsenos la ceniza en la cabeza se nos dice: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Cfr. Mc1,15), o “Acuérdate que eres polvo y al polvo volverás” (Cfr. Gn 18,27), invitándonos de ese modo a reflexionar sobre la caducidad y fragilidad de nuestra vida y la necesidad de conversión.

“Acuérdate. Recuerda … “ son las palabras que escuchamos cuándo se nos impone la ceniza. En el ajetreo diario de la vida tantas veces olvidamos, y necesitamos que nos recuerden  recordar. ¿Y recordar qué? Recordar que, mientras vivimos en plenitud de vida, fuimos creados del polvo de la tierra, y que al polvo de la tierra volveremos  cuando muramos. Así debemos empezar nuestro peregrinaje de la Cuaresma, recordando de dónde venimos y adónde vamos.

Un dato histórico:

La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo. La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.

¿Por qué la ceniza?

La palabra ceniza, que proviene del latín “cinis”, representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia. La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin. Leemos en la Palabra: “Dios formó al hombre con polvo de la tierra” (Gn 2,7); “hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho” (Gn 3,19).  . 

También tenemos otros ejemplos en la Sagrada Escritura. En Génesis 18:27 leemos: Replicó Abraham: «¡Mira que soy atrevido de interpelar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza!. Tmabién vemos cómo en tiempos de Jonás el rey de Nínive se sentó sobre ceniza para significar su conversión (Jon 3,6). Igualmente encontramos a Daniel vestido de saco y sentado sobre cenizas (Dn 9,3) mientras suplicaba el perdón de Yahvé a nombre del pueblo de Judá., 

Las cenizas del día de hoy son una señal que nos recuerda nuestra mortalidad. Las cenizas  nos recuerdan nuestro pecado innato y nuestra profunda necesidad de Dios. Nos recuerdan que solo a través del regalo de gracia de Jesús, Su vida dada por la nuestra en la Cruz del Calvario, nosotros tenemos perdón de pecados, vida abundante y vida eterna. Las cenizas del día de hoy nos animan a acercarnos a la Cruz, a postrarnos y rendirnos ante ella, completamente asegurados de la esperanza de una Resurrección.

Por eso, el sacerdote nos marca con una cruz la frente. Ezequiel 9:4 proclama : y Yahveh le dijo: «Pasa por la ciudad, por Jerusalén, y marca una cruz en la frente de los hombres que gimen y lloran por todas las abominaciones que se cometen en medio de ella.»

Y, en el evangelio de Mateo encontramos: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mi, la hallara.” (Mateo 16:24,25)

Escoger acercarnos a la Cruz es “vida” – escoger la vida sin la Cruz es “muerte”. Pero, acercarnos a la Cruz es difícil porque, aunque nos ofrece todo, también nos pide todo. Tomar y cargar la cruz nuestra es complicado. Una cruz es muy pesada, es muy cruda y astillada, y es poco práctico para maniobrar. Una cruz pesa e irrita los hombres, agacha la cabeza, rompe el corazón. Tomarla y seguir a Jesús con ella en la espalda – que duro es! Que negación de nosotros mismos, de todo lo que nosotros queremos! Con razón la preferiríamos dejar a un lado, ella y todo lo que ella demanda de nosotros …

Al respecto dice el padre Clemente Sobrado C.P:

El tiempo de la cuaresma no es un tiempo para mirar hacia atrás sino hacia delante.

Un tiempo no para detenernos, sino para caminar....Es tiempo de caminantes...

Es tiempo de quienes buscan algo nuevo, tierra nueva, ciudad nueva, mundo nuevo.

Es tiempo de quienes viven no de los recuerdos del pasado sino de la esperanza del mañana.

La cuaresma es tiempo de la verdad.

Es tiempo  de olvidar apariencias y encontrarnos con nosotros mismos por dentro.

Es tiempo no de aparentar sino de ser.

No de figurar delante de los demás, sino de sincerarnos cada uno con nosotros mismos en nuestra verdad.....

Es una llamada a la verdad y no a la mentira.

Es una llamada a la sinceridad y no a la hipocresía

Es una llamada a la interioridad del corazón y no al exhibicionismo.

Lo importante no es lo que los hombres puedan ver en nosotros.

Lo realmente importante es lo que Dios ve en lo secreto de nuestro corazón.

No son los cambios de terno, sino los cambios de espíritu.

No son los cambios de maquillaje sino los cambios de ser.

Oremos para que hoy, Miércoles de Ceniza, el primer día de los 40 días de la Cuaresma, podamos tomar decisiones de negación personal, de sacrificio y de entrega que agraden a Dios – no porque El necesito nuestros sacrificios, sino porque nosotros necesitamos hacer sacrificios para recordarnos a seguirlo más de cerca. Escojamos hoy y comprometámonos con pequeñas “muertes” en nuestras propias vidas, en la esperanza de una intimidad más profunda con Dios y una vida más santa y consagrada. Confesemos hoy nuestra enorme necesidad de Dios, nuestro deseo de tener más de Él en nuestras vidas, vaciándonos de nosotros mismos, haciéndole un espacio en nuestros corazones y nuestras rutinas diarias, para que podamos ser llenos de Él.

Que resuene en nuestras almas la invitación de Dios por voz del profeta Joel en la primera lectura: “Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas (Jl 2,12-13).


Comentarios

Entradas más populares de este blog

ADVIENTO, TIEMPO DE GOZO Y ESPERANZA

TALENTOS

DIOS SE VOLVIÓ LOCO}