LA PERSEVERANCIA DE LA CANANEA



En aquel tiempo, Jesús se marchó y se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: "Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo". Él no le respondió 
nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: "Atiéndela, que viene detrás  gritando". Él les contestó: "Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel". Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: "Señor, socórreme".

Él le contestó: "No está bien echar a los perros el pan de los hijos".

Pero ella repuso: "Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos".

Jesús le respondió: "Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas".

En aquel momento quedó curada su hija. (Mt. 15, 21-28)


¿Qué es la fe?. Si leemos Hebreos 11:1 encontramos los siguiente "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de los que no se ve". Y, en Romanos 10:17, "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios".  

La fe es confiar en Dios todo el tiempo. Dice la carta a los  Hebreos 10:38, "Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma"

Para nosotros, los cristianos, Jesús es la fuente de la fe. Está en la Biblia, en Lucas 17:5: "Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe". La fe genuina es creer en lo que Cristo ha hecho por nosotros. Por eso Pablo exclama en Romanos 5:1, "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo".

Jesús ha estado antes discutiendo sobre las tradiciones religiosas de los judíos y ha dejado sentado el principio de que la verdadera religión brota del corazón: Lo que entra por la boca no mancha al hombre… Lo que sale de la boca viene del corazón… y eso es lo que mancha. Ahora, en gesto provocador, se va a una región impura, a Tiro y Sidón, al sur del Líbano donde realiza un milagro muy especial, porque tiene tres peculiaridades muy particulares, que no aparecen en otros milagros: lo primero es que es una curación fuera del territorio de Israel; Jesús salió muy poco de ese territorio y no hizo milagros sino en la tierra de Israel. En segundo lugar es el único milagro al que se resiste, parecería que no lo quiere realizar (es diferente a la resistencia que aparenta en el milagro de las bodas de Caná); aquí la misma mujer cananea le va a forzar a que lo haga. En otras situaciones Jesús incluso se adelanta a hacer los milagros, o al menos no pone resistencia. Y en tercer lugar entra en un intercambio de palabras con la mujer cananea y aparentemente la mujer queda con la última palabra a la que el Señor ya no puede replicar, ya no dice nada más que una alabanza de la fe de esta mujer. Se podría decir que es la única vez que Jesús pierde en una polémica; El que tuvo tantas con los personajes notables de los judíos.

En la primera comunidad cristiana, a la que dirige Mateo su evangelio, los de origen judío tenían dificultad para reconocer los derechos de los paganos a entrar por medio de la fe a formar parte del nuevo Israel debido a la gran carga de prejuicios étnicos que pesaban sobre la conciencia de los judíos; muestra de ello era  llamar “perros” a los extranjeros. “Quien come con un idólatra es como quien come con un perro”, se lee en la Mishná, uno de los libros del Talmud, colección de enseñanzas rabínicas sobre leyes y tradiciones judías.

El cristianismo derriba los muros de separación y prohíbe como ofensa grave a Dios toda forma de prejuicio y segregación de la índole que sea. Los judeocristianos han de recordar que su padre Abraham era un pagano que por la fe se hizo heredero de la promesa y padre del pueblo de Israel. Pablo dirá: Entiendan, pues, que los que viven de la fe, ésos son hijos de Abraham... reciben la bendición junto con Abraham, el creyente (Gal 3, 7.9).

Y con este milagro se nos enseña la universalidad de la misión de Jesús; aunque Jesús, por sí mismo, en su propia vida, se movió casi únicamente dentro del territorio de Israel, y allí predicó, allí gastó su vida; pero ya aquí asoma la universalidad de su mensaje, de su Reino, de su salvación y redención. Y ya este milagro es un adelanto de la predicación de los apóstoles, que se extenderán por todas las regiones de la tierra. Este milagro es una primicia de la salvación universal. Después será San Pablo el que se esfuerce para hacer caer en la cuenta que la salvación de Jesús es para todos los pueblos; universalidad que Jesús señala a sus apóstoles cuando les deja su misión y les dice que vayan a predicar a todos los pueblos.

Además, otro mensaje que nos deja este milagro es el de la perseverancia en la oración. A esta mujer Jesús no le hace caso, su oración parece rechazada. Incluso los apóstoles apoyan la petición de esta mujer; ellos lo hacen por cierta comodidad: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Y El entonces replica a los apóstoles y les dice: -«Sólo me han enviadlo a las ovejas descarriadas de Israel.» Parecería que la oración de esta mujer se estrella contra una pared. Pero al final la oración es la que triunfa. Pero la oración ha pasado por aparente silencio primero, y por rechazo después. La mujer ha sido puesta a prueba, y ella ha perseverado hasta el fin. 

Hay otras enseñanzas similares de Jesús sobre la oración: en la parábola del amigo que a hora inoportuna va a pedir unos panes a su amigo, y qué si insiste en la oración, será escuchado, si no como amigo, al menos como importuno. Y lo mismo enseña en la parábola del juez injusto que no quiere hacer justicia a una pobre viuda; si el juez no le hace justicia por derecho, al menos se la hará para que le dejen en paz. Ocurre tantas veces en nuestras peticiones que nos parece que no son oídas e incluso a veces nos parecen rechazadas, como que a Dios no le interesara escucharnos. Y nunca es así.

Y muy importante lección en este milagro es la humildad de esta mujer, que acepta que la comparen con los perrillos que merodean alrededor de la mesa de sus amos. Ciertamente que suena muy dura esta respuesta de Jesús, por el calificativo que da a la mujer cananea y porque parece despreciativa de todos los que no son judíos. Parecería una respuesta discriminatoria. La mujer tiene respuestas todavía por su gran humildad; acepta que la comparen con los perrillos que andan buscando migajas; está tan concentrada en la necesidad que tiene su hija, que tolera lo que parece un insulto. Lo que ella quiere es que le curen a su hija, y por eso acepta todo. Un gran amor de madre, que le hace humillarse hasta seguir insistiendo con firmeza, con fe y con humildad. Por eso al final lo que queda es un elogio a la misma mujer a la que Jesús aparentemente había rechazado. En la multiplicación de los panes, Jesús ofreció el pan a los israelitas. Ahora, en el relato de la cananea, el pan es para paganos. A todos se les da acceso al pan de los hijos, sea un creyente judío o uno venido del paganismo.

Jesús no dice que los paganos (representados en aquella mujer) sean mejores que los judíos. Lo que él alaba es la fe de una pagana. La sirofenicia no esgrime argumentos ni derechos ante Jesús, simplemente reconoce que Jesús es el Kyrios, el Señor, el Mesías, y esa fe es la que atrae para ella la gracia que desea alcanzar.


El texto contiene, pues, una clara llamada de atención contra los prejuicios, divisiones y exclusiones que pueden darse en todo grupo humano y, en particular, en la Iglesia, como ocurrió desde sus primeros tiempos. Mirar con desconfianza a los que son diferentes, y excluir a los “sirofenicios” o “sirofenicias”, cualesquiera que sean, sin advertir lo positivo que pueden aportar, y de hecho aportan, eso simplemente no es cristiano.

Racismo, prejuicios religiosos, sociales, culturales o de género, odios nacionalistas, desprecio y exclusión por el nivel económico, todo eso atenta gravemente contra la unidad en la diversidad que debe haber en una sociedad verdaderamente humana y, obviamente, en la Iglesia. Y como cristianos, lo que nos toca reconocer es que la fe es el único título de pertenencia a la comunidad. Ella a toda iguala y congrega fraternalmente en la única mesa del Señor.

Tal como la mujer en el Evangelio, vengo ante Jesús trayendo a otros/as en mi oración. Mientras rezo por quienes amo, crezco en la apreciación de su bondad y pido bendiciones para ellos/as. Pienso nuevamente en que ellos/as son bendiciones para mí y doy las gracias. Jesús, Señor de todos, oye nuestras plegarias de intercesión por aquellos que amamos. Cura a nuestros enfermos, conforta a los afligidos, reconcílianos con aquellos que nos han herido y con aquellos que nosotros hemos herido. Perdona nuestros pecados y ayúdanos a crecer en la fe y en el conocimiento de Tí. Amén. 


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